Entrevista a Álvaro Pombo

Mayo de 2025 en Trépanos

Qué grato fue escuchar, en la voz de Mario Crespo, el discurso de Álvaro Pombo durante la recepción del premio Cervantes. «Una fenomenología de la fragilidad» caída del cielo para traer luz a este mundo ininteligible de influencers y mercachifles. Este último reconocimiento, el más prestigioso de las letras en lengua castellana, se suma —entre otros— al premio Nacional de Narrativa (1997), el premio Planeta (2006) y el premio Nadal (2012). Hoy tenemos la suerte de mantener una breve conversación con él, en torno a su obra y oficio.

Juan Alberto Vich— Fumamos un cigarrillo a la salida de la Alberti, después de la presentación del libro Los contemplativos de nuestro amigo común, Pablo d’Ors. Una dimensión y sensibilidad compartida, que siempre ha estado presente en su trabajo: filosofía de la religión, metafísica, vida de santos, lenguaje poético o de la conciencia… ¿Cuál es el origen de esta necesidad?

Á. P.— No sé, es una necesidad universal, me figuro. Hablar de las cosas que nos trascienden en este mundo tantas veces y de tantas dificultades. Todo el mundo debería dirigir su atención a la trascendencia.

J. A. V. A.— Su poesía es también espiritual y existencial. ¿Cómo interpreta el hecho de que entre sus lectores sea más valorada su prosa que su poesía? José Antonio Marina y muchos otros, siempre reivindican sus Protocolos… ¡Son imprescindibles!

Á. P.— Yo agradezco mucho a José Antonio Marina que reivindique mis protocolos que yo también valoro muchísimo, lo que pasa es que la novela es un género muy absorbente al que yo me he dedicado los últimos veinte años sin dejar lo otro, pero tratando de combinar las dos cosas en una porque todo es escribir al fin y al cabo.

J. A. V. A.—De cualquier modo, el ritmo poético también está muy presente en su novela y ensayo. Según tengo entendido, corrige todos sus textos en voz alta; incluso, puede llegar a escribir a través de dictados, como hicieron Henry James, Henri Michaux o Borges. Se pone de manifiesto la importancia que le da a la oralidad… ¿Entendemos, por tanto, que es poeta sobre todas las cosas?

Á. P.— Sí, yo estoy satisfecho con esa acepción. También Unamuno exigía que se le considerase sobre todo poeta a los chavales de bachillerato. Lo de dictar es una costumbre que agiliza el ritmo de la prosa.

J. A. V. A.— El componente filosófico está muy presente en toda su obra. ¿De qué manera influyó, en su labor literaria, el estudio de la carrera de filosofía en España y después en Inglaterra? 

Á. P.— Eso requeriría una contestación muy larga, pero yo he sido y soy muy lector de Filosofía y Teología. Han influido mucho, como puede verse, en mis escritos.

J. A. V. A.— ¿Le ha ayudado —la filosofía— a combatir el desasosiego vital o lo agravó? ¿Qué alternativas nos quedan, además del vino y otros licores, a los letraheridos que vivimos anclados a un escritorio?

Á. P.— ¡Todas las alternativas nos quedan! Hay que trabajar hasta reventar en Filosofía y en Literatura. ¡Y en todo!

J. A. V. A.— Siempre nos quedará el humor para combatir los tantos males que nos rodean… Aunque en este punto de la historia, hasta con esto debe tener cautela uno para evitar ofensas y juicios persecutorios. ¿Qué opiniones tiene respecto a la corrección política que se exige en la actualidad?

Á. P.— No tengo opinión acerca de todo eso.

J. A. V. A.— ¡Muchas gracias, Álvaro! ¡Abrazos!

Á. P.— ¡Un abrazo!

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