Proveer o transformar

– Reseña Cuenca Amigo, J. (2021) Proveer o Transformar: en torno a “El autor como productor” de Walter Benjamin. Dykinson-

Marzo de 2023 en Constelaciones. Revista de Teoría Crítica (CSIC)

El talante concienciado y cauteloso de Walter Benjamin (1892-1940) sirvió para preservar la mayor parte de sus escritos (incluyendo los manuscritos de sus obras, artículos en prensa y cartas). La conferencia “El autor como productor” (1934) —conservada en el Archivo Walter Benjamin de la Akademie der Künste de Berlín y publicada por primera vez en español en 1972— es uno de sus textos menos considerados y valorados, una mala fortuna que Jaime Cuenca viene a denunciar a través de su reciente publicación, donde da a conocer múltiples entresijos ocultos que, hasta el momento, habían sido ignorados. 

La principal característica del presente ensayo respecto a traducciones anteriores es su extenso aparato crítico, que permite al lector contextualizar este trabajo tanto en el conjunto del pensamiento de Benjamin como en la relevante circunstancia vital que padeció durante la primera mitad del s. XX, aspecto que adquiere especial valor al descubrir el copioso número de citas que el autor toma de trabajos suyos ya publicados (Cuenca lo detalla en sendas tablas). Esto se debe a la imposibilidad de acceso a su biblioteca personal durante la redacción de la conferencia en el exilio y a disponer como único recurso de una parte de su archivo de publicaciones. De este modo, la labor de traducción se clarificó en buena medida al conocer el contexto y sentido de las menciones en los textos originales, una firmeza imposible de alcanzar en caso de obviar el estudio aludido. A su vez, se agradece la fidelidad con la que Cuenca conserva el tono oral de la conferencia (una pretensión que Benjamin reclamó para este texto en una de sus cartas y que no siempre se mantuvo).

Esta nueva edición en torno al estudio de la conferencia “El autor como productor” hace especial énfasis en nociones como la experiencia y la ociosidad, ampliando las posibilidades de un texto que se creía —por tradición— ahogado en la temática del compromiso político del escritor. Desde esta perspectiva, el texto (ideado como parte de un ciclo de conferencias sobre vanguardia alemana) no se reduce a una simple lección o testimonio, sino que se define como uno reivindicativo para la reflexión y la acción. Más en concreto, una cavilación crítica que Benjamin realiza acerca de su oficio como colaborador independiente de medios de comunicación (prensa escrita y radio) en el voraz sistema capitalista.

Benjamin tuvo que afrontar los vetos y boicots propios de un hostil periodo de entreguerras, viendo sus actividades e ingresos disminuidos debido al rechazo de toda publicación y colaboración. En una de sus cartas de 1934 se intuye un punto de inflexión en el tono anímico del filósofo, manifestando su ilusión por impartir un ciclo de conferencias sobre lo ya señalado, en el que describiría a los autores y artistas de la sociedad burguesa como proveedores de vivencias, aquellos que mercantilizan su labor para la ociosidad del público.

Cabe destacar la distinción entre ocio y ociosidad presentada por Cuenca y que sirve como preludio a la conferencia de Benjamin. La sublevación burguesa en la Revolución Francesa tuvo como consecuencia —con el fin de los privilegios de los dos primeros estamentos (nobleza y clero)— la división del trabajo, quedando derrocado el modelo de ocio hasta entonces conocido. En el Antiguo Régimen el ocio se entendía como un modelo de vida o actividad de excelencia dirigida al cultivo de uno (la praxis de la Grecia Antigua). Empero, la sociedad burguesa construyó su argumento político y fundamentó la participación en la nación a partir de la universalización del trabajo. Es decir, el ocio se interpretó como un modo de vida indeseable y el trabajo dejó de considerarse una actividad deficiente. Desde entonces surge un nuevo modelo de experiencia, la del trabajador con tiempo libre, cuya ociosidad consistirá en demostrar su inactividad ante el resto de trabajadores.

Mientras el trabajo artesanal es transmitido generación a generación mediante la narración oral y produce objetos particulares con marca personal, el trabajo industrial es aprendido en cursos momentáneos y fabrica productos en serie ajenos al obrero. El capitalismo y las actualizadas condiciones modernas de producción han promovido la pérdida de la comunicación narrativa en aras de una informativa, devaluando la experiencia al favorecer lo efímero sobre lo duradero. Es la definición de la moda, un eterno retorno de lo nuevo, un constante “mismo” a lo que Benjamin describe como “lo infernal”. Si bien la experiencia puede emancipar, ésta resulta del todo narcótica, produciendo una insatisfacción en los trabajadores que debe ser compensada —desde la ociosidad— con nuevas vivencias y sensaciones. De este modo, a través del consumo, la sociedad se ve sumida en una falsa impresión de libertad (o fantasmagoría) que le permitirá afrontar los miedos y las realidades propias de la modernidad. Se aprecia cómo las costumbres protegen las experiencias y las vivencias las perjudican.

Sin duda, el lenguaje tiene virtud transformadora, la capacidad de construir nuevas realidades, bien por medio de narraciones (experiencias) o de informaciones (vivencias). El escritor moderno es un engranaje más del sistema: entronca en el modelo como  proveedor de vivencias, ofreciendo a los lectores de sus folletines diferentes alternativas para su ociosidad. La escritura se vuelve así un instrumento más del capitalismo, una herramienta que transmite información y no experiencia. Queda en manos del autor  proveer y atender a los intereses de producción o combatirlos para su transformación. La disposición de unos y de otros en ningún caso dependerá —advierte Benjamin— del contenido de sus publicaciones (los mensajes revolucionarios son comunes y siempre terminan por neutralizarse), sino de la consciencia que guarde de su posición en la cadena de producción.

En caso de entender el papel que desempeña dentro del sistema, el autor tendrá la capacidad no sólo de trabajar en los productos sino también en los medios de producción, transformándolos, alejando su intención de fantasmagorías que ayuden a extender el letargo social. No sirve con una tendencia política revolucionaria. Para transformar el aparato de producción se requerirá además de una tendencia literaria acorde a estos mismos intereses. Cuando ambas coincidan, cuando la tendencia política y literaria concuerden, se alcanzará la calidad necesaria para el cambio. Este ejercicio de sintonía —que dependerá de la actividad y de la elección del escritor a lo largo de su jornada de producción— será el que defina la técnica literaria como una forma de progreso o de retroceso.

La conferencia “El autor como productor” tuvo como objetivo señalar y discernir estas dificultades. Benjamin se muestra crítico ante el activismo y la nueva objetividad, dos prácticas vigentes que consideró inútiles para con los fines pretendidos. Ambas buscaron ser fórmulas revolucionarias y ninguna logró despertar la consciencia social. El primero por limitarse a una mentalidad o ideología, el segundo por popularizar desde la fotografía una estética de la crudeza y de la miseria (transformando el sufrimiento en moda, convirtiendo el objeto revolucionario en objeto de entretenimiento). Las objeciones lanzadas a modelos extendidos expresan la condición proveedora de los autores que desean ser revolucionarios; es decir, reclaman la necesidad de asimilar una condición lúcida como productores y de idear nuevas fórmulas de acción que permitan percibir el cambio deseado en la producción literaria. Será necesaria una refundición de las formas literarias (incluyendo la escritura, la fotografía y la música) para reconducir su técnica hacia el progreso, una refuncionalización que promueva la transformación del aparato de producción a medida que se trabaja en él. Se logrará haciendo explotar la burbuja de ilusión, combatiendo la inmersión narcótica a través de interrupciones (Benjamin utiliza como ejemplo el teatro del dramaturgo alemán Bertolt Brecht), enfatizando en la narración, desocultando la técnica, ofreciendo pausas, distancia, consciencia.

El título de la conferencia “El autor como productor” adquiere así una nueva interpretación. No se limitará a concebir al autor como aquel que produce sino que cuestionará su compromiso en tanto que productor. Por esta razón, Cuenca considera que conocer el texto como “El autor en cuanto productor” facilitaría la recepción de las intenciones de Benjamin desde el comienzo, aunque desconsidera su empleo debido al uso extendido de la traducción primera.

A su vez, cabe resaltar la polémica surgida a raíz del subtítulo del escrito de Benjamin: “Conferencia en el Instituto para el Estudio del Fascismo en París el 27 de abril de 1934”; a la que Cuenca facilita una explicación lógica. El conflicto surge al revisar la correspondencia personal de Benjamin en esas fechas. Las cartas enviadas el 28 de abril de 1934 a Theodor W. Adorno y a Klaus Mann muestran una clara contradicción. Mientras que Benjamin asegura a su amigo que pronto impartirá la conferencia en cuestión, al segundo le comunica que ya había tenido lugar (adjuntando el texto con el subtítulo señalado). Cuenca lo justifica (en oposición a los editores de las Obras Completas que resuelven la confusión sugiriendo un error de fechas) aludiendo a una estrategia de Benjamin para incluir su texto en la revista que dirigía Mann: Die Sammlung. Creyó que haberla presentado en el Instituto para el Estudio del Fascismo (INFA) —fundado en París por alemanes exiliados con ánimo de prevenir el despliegue del fascismo por Europa— facilitaría su publicación. Sin embargo, no parece probable que la conferencia tuviera lugar. En cartas posteriores, Benjamin empieza a denominar la “conferencia” como “trabajo”, transmitiendo que la intención primera de exponer la comunicación oral en sociedad pudo verse truncada.

Es difícil entender de qué manera podía haber interesado la conferencia al Instituto para el Estudio del Fascismo. No debe olvidarse la crítica oculta señalada por Cuenca y que apunta directamente a buena parte de los intelectuales de izquierdas, incluyendo los alemanes exiliados habituales tanto en el INFA como en Die Sammlung. Según Benjamin —apoyado en argumentos del filósofo francés René Maublanc y en oposición a la Liga de Escritores Proletarios Revolucionarios (BPRS)— los pensadores burgueses de izquierdas erran al creer poder proletarizarse a través de sus escritos. El escritor burgués no puede ser un escritor proletario, pero sí puede ser un aliado de los proletarios: tomando consciencia de su posición en el aparato de producción y transformándolo, ofreciendo a los lectores estados de consciencia alejados de la fantasmagoría capitalista.

Conocida la proliferación de nuevos mecanismos de comunicación informativa y de sistemas de control, la conferencia “El autor como productor” de Walter Benjamin a través de la investigación y de la perspectiva de Jaime Cuenca toma especial relevancia y sirve de motor no sólo para descubrir el verdadero motivo del texto sino para pensar nuevos modos de ruptura y de concienciación social en la actualidad.

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